VIAJEROS DE LA COMBI



Foto: Federico Cisneros
Caminábamos por la noche en blanco, un evento urbano que reúne artistas de la periferia y reparte sus obras por las calles de la ciudad. Sin tránsito de automóviles, la gente exploraba libre una buena vibra entre las avenidas vacías de un nuevo mundo sin autos ni microbuses. Fuimos testigos de esa revolución espiritual que llegó por sincronía mágica y nos unió a todos más allá de de lo invisible.
Luego de caminar algunas horas y hacer fotos de las instalaciones artísticas que habían tomado las calles de Miraflores, nos topamos con una combi resplandeciente y amarilla, estacionada a un lado del parque Kennedy. Las puertas del medio estaban abiertas, al igual que el corazón de sus tripulantes, a quienes de lejos veíamos conversando con la gente que se acercaba a ver los fabulosos paisajes  de sus fotos, a leer las palabras escritas en las postales pegadas en las ventana y conocer la historia detrás del volante. Así también lo hicimos nosotros y luego de recuperar la conexión con las miradas, sentimos cómo la sincronía y la magia de esa noche nos invitaba a acercarnos para compartir esa energía cósmica de la submarina amarilla y los soñadores que viajaban dentro. Fue un auténtico encuentro fuera del tiempo.
 
Foto: Johanna Valcarcel

Nos vimos motivados por su búsqueda, las aventuras de sus viajes y la historia del Proyecto “Sonrisas de América”. Luego de conversar varios minutos esa noche, se creó una mágica conexión entre nosotros. Así que a los pocos días nos reunimos para conversar más tranquilos en la plaza de Barranco, desde la cual un sereno le pidió a Youenn que moviera la combi, que ahí no se podía estacionar. Le pedimos de buena onda al oficial, pues es normal que uno estacione su auto ahí, ¿por qué no su combi también? Pero los policías no comprenden de ese modo y no quedó otra que movernos; ocasión precisa para subirnos a la combi y experimentar la atmósfera de su casa rodante.
Fue genial cuando nos invitaron a subir, un momento emblemático de este primer encuentro comenzaba a dibujarse delante de nosotros. Parecía una señal del destino que nos invitaba a entrar a una máquina de sueños y viajes infinitos. Adentro no pudimos sentirnos mejor, era como si acabáramos de entrar a un portal galáctico. Y aunque sólo dimos unas cuantas vueltas por calles barranquinas, compartir ese traslado con ellos fue clave para conocerlos mejor, y experimentar la vibra del viaje desde el interior. Minutos después encontramos un refugio perfecto bajo el silencio del puente y los suspiros.




I

Foto: Johanna Valcarcel
Eva lleva en su rostro la mirada de una viajera que ha regresado de la India. Su atuendo místico, de collares largos y tatuajes en el cuerpo son tan sólo efectos del tiempo y de ese espíritu indomable que hace de su vida un viaje eterno. Desde niña sentía la necesidad de recorrer el mundo porque estaba llamada a descubrir sus raíces. La idea de recorrer Sudamérica apareció en su mente luego de sus primeros viajes de adolescente. Su vida realmente cambió cuando conoció a un europeo y se enamoró de él. Al poco tiempo decidieron casarse y fueron a Suiza con el sueño de viajar de la mano por el mundo.  

A los 17 años ya era toda una artista. Formó parte de una reconocida agrupación de Villa El Salvador que, a través del arte, elevó la calidad educativa de toda una generación de niños y jóvenes. Con ellos descubrió un bello mundo de colores, teatro,  circo y música. Pasó el tiempo y cuando las puertas del viejo continente se abrieron para ellos, la respuesta a esa invitación no se hizo esperar. “Yo pertenecí al Grupo Arenas y esteras antes, entonces la  primera gira a Europa que hice fue con ellos. Después tuve un novio y nos casamos. Era suizo y nos fuimos a su país a vivir. De ahí viajamos mucho, nos dedicamos a eso, pero ya nos separamos porque tenía la necesidad de descubrir otras cosas. Decidimos darnos un tiempo para descubrirnos cada uno”, recuerda con la melancolía de quien nació para recorrer el mundo.

Con su esposo visitó Egipto, Marruecos y la India. “Llegamos a la India porque fue un sueño siempre mío. Cuando tuve mi primer sueldo dije: ¡Allá voy!”, nos cuenta emocionada, mientras su mirada revela la fuerza de una mujer segura de sí misma, siempre positiva y dispuesta a enfrentar nuevos retos con una espada de sueños. Y así lo hizo. Ahora, a sus 25 años, siente que este es el mejor momento para cumplir el mayor sueño de su vida: ser libre y viajar desde una casa rodante.



Foto: Johanna Valcarcel


Eva lleva un hermoso bindi pintado entre las cejas. Un elemento simbólico que viene del sánscrito bindu, significa 'gota' o 'pequeña partícula' y nos hace recordar exactamente eso, que somos tan solo un 'punto' en el universo. Una huella total de la India. “Son los viajes. La gente siempre pregunta ¿qué representa? (ríe) o ¿por qué te vistes así? Las mujeres de la India lo usan y tiene un significado siempre. Normalmente las que usan el rojo es porque están casadas, así los hombres no las persiguen ni cosas así. En realidad a mí me gusta mucho la artesanía, lo que es natural y tomo las cosas lindas de los viajes. Tengo cositas de todos lados. A veces la gente me dice ¡ah! tienes muchas cosas, y claro, pero estas cosas son especiales, son de un lugar, de otro lugar, son de energías buenas que tengo, de las que me es difícil despegarme”, confiesa mirándonos. 

En su primera juventud llevaba el pelo tan largo que sufría cada vez que le tocaba desenredarlo. Poquito a poco se iba tejiendo discretamente una enredadera difícil de peinar. Así vivió hasta que se rebeló contra los peines. Desde entonces lleva unos hermosos y gruesos dreds instalados sobre su cabeza. Y de esto ya han pasado cinco años. Al vivir en Suiza sólo viajaba en vacaciones, pero las vacaciones terminaban y para Eva eso no era suficiente. “Realmente no podía vivir el viaje. Ya me cansé de ser la turista, quiero compartir más con la gente, quiero vivir, quiero no tener un tiempo, no quiero que se termine. Así nació la idea de recorrer Sudamérica”, nos recuerda. Pero Eva no habría cruzado sola el charco esta vez si no hubiera encontrado antes algo que la ayude a salir de Suiza. Ella había soñado con una bella combi para viajar por tierra desde hace mucho tiempo, así que creó una página en facebook para organizar su viaje desde la tierra del chocolate, pues quién sabe, a lo mejor la nave de sus sueños ya la estaba esperando con las ventanas abiertas en Internet. Una nave fantasma estaba por convertirse en su nuevo hogar. 


En el camino fue conociendo gente de varios países que comenzaron a ser claves para encontrarla. Sin duda, una de ellas fue Youenn, un navegante francés que desde muy niño había aprendido a relacionarse con los barcos y la aventura de viajar a lo desconocido. Además, hace unos meses había comprado una de esas combis que tanto fascinaban a ambos.



Foto: Johanna V.
Foto: Johanna Valcarcel

“De casualidad – sin querer - caí en su página, pues Youenn también estaba organizando su viaje. Entonces le pegué mi enlace donde decía: Ayúdame a buscar una combi”, comenta Eva. Después de unos días él le contestó y así comenzaron a hablar, a llevarse súper bien y a compartir mucho desde ese universo paralelo que es la web. Entonces pensaron: bueno, ¿Por qué no hacemos el viaje, juntos? Total, Youenn ya tenía la combi en Venezuela y eso era lo más importante. Las ganas ya estaban inscritas en la sangre de los dos, así que lo único que hacía falta era que salgan de ese mundo virtual y se junten en esta otra realidad, un poco menos ilusoria que la anterior.

Después de casi un año de haberse contactado por primera vez, Eva decidió viajar en diciembre para encontrarse con Youenn en Venezuela. Ambos sentían que una gran aventura estaba por comenzar. “Si todo resulta bien seguimos, pero si no,  me tomo un avión, o sigo mi viaje, hago mochila, me conseguiré una combi o ya se verá lo que pasa…”, pensaba Eva en su interior. Finalmente, gracias a la sincronía mágica del tiempo, se encontraron  los 3 en Venezuela: Eva, Youenn y la submarina amarilla.


 
ll

Foto: Johanna Valcarcel
 A mí realmente no me nació la idea de viajar porque estuve viajando toda mi vida”, cuenta sonriendo nuestro amigo Youenn. “Me fui de la casa a los 12 años y me monté en un barco escuela. Una escuela de la vida, ¿sabes? Se montaban como 10 jóvenes en el barco y la idea era que los niños gestionaran y se encargaran de todo. Entonces navegué en el Caribe y conocí Venezuela en el ´92 con esta escuela. Navegué por todo el Caribe y América Central. Y así siempre en barco…”, recuerda su niñez con sombras de nostalgia.
A los 21 años ya trabajaba en la escuela y un día decidió irse a Francia para dedicarse a lo que siempre le llenó el corazón: la fotografía, el video, el cine y el sueño de ser actor. Corría el año 2001 y en medio de esa odisea que uno enfrenta cuando el empleo falta y las ganas sobran, Youenn resistió casi 2 años viviendo en ese mundo raro de cemento, tráfico y edificios de ciudad. Lo que para muchos es una vida normal para él era sólo una extraña transición urbana.
Tras unos difíciles meses de sobrevivencia, y sin ningún diploma acerca de sus estudios o experiencia laboral, Youeen se dio cuenta de que era un medio muy cerrado, pues en 2 años sólo tuvo 3 oportunidades de trabajo y no fueron suficientes. Hasta que un buen día el mar volvió a llamarlo para navegar. Recibió una propuesta que definitivamente cambiaría su vida otra vez: cruzar un velero desde Venezuela hasta Francia. Una oportunidad extraordinaria que no dejó pasar. “Entonces me monté de una porque no me iba tan bien y volví a viajar. Fue la primera vez que crucé el Atlántico y me ha ido súper bien. Me gustó tanto que después estuve buscando otros barcos para volver a hacerlo. Al final crucé tres veces el Atlántico y conseguí un trabajo en el Caribe como Capitán de Velero”, relata Youeen con alegría.


Foto: Yueen
Foto: Youeen
De esta manera pasó varios años navegando por el Caribe, viajando, trabajando siempre en barco. Y un buen día se enamoró en Venezuela. “Tenía un barco que cruzar para Francia y le dije a mi novia Espérame que yo vuelvo (reímos), ¡y no me creía! Siete meses después volví para vivir con ella porque quería probar eso. Duré 4 años con ella viviendo en Venezuela, en una casa, con un carro, llevando niños al colegio, vida normal pues. Hasta darme cuenta de que… no era posible. Necesitaba seguir viajando porque mi vida era esa”, nos dice tras un suspiro. Y claro, tras pasar mucho tiempo en Venezuela y conoció todo lo que es América Central navegando el barco de sus sueños.

Sin embargo, sus sueños ahora le decían que debía seguir viajando y conocer todos los países de Sudamérica. “Y para eso me dije que en carro es lo mejor, porque no conoces los países realmente en barco. Siempre te quedas en la costa o visitas las islas pero no es igual, es mucho mejor en carro. Entonces me metí con lo de la combi. Tuve que comprarla sólo por los papeles pero se demoraron dos años. Cynthia llegó y tuvimos que quedarnos todavía dos meses más en Venezuela esperando los papeles en regla para cruzar frontera. Y bueno, por fin llegaron y empezó el viaje”, relata Youeen. 



Foto: Federico C.

“Nos unió el sueño”, añade Eva. “Estábamos en diferentes continentes y nos conocimos de una manera que no es habitual, por internet, y cada uno iba por su sueño. También tenemos amigos que lo hacían y nos dimos cuenta entonces que era posible vivir este sueño, pues siempre te da un poquito de miedo dejar todo y vivir así…y  bueno, así nació”, agrega.
Sin duda su historia nos hace creer también que todo el viaje es algo mágico, como algo que los guía siempre adelante. “Nos completamos mucho también porque yo soy el soñador, y no siempre tengo todo definido, me dejo guiar", confiesa Yueen.
 
 
To be continued. . . .

Comentarios

Entradas populares